miércoles, 3 de junio de 2009

¿Copiar o no copiar? he ahí el dilema

Los estudiantes copian porque se puede aprobar copiando. Copian porque así aparentan que entendieron un tema que no estuvo a su alcance. Copian por inseguridad para decir lo que piensan sin sentirse avergonzados o burlados por equivocarse o por no coincidir con lo que piensa el profesor. Copian porque se sienten aburridos, desperdiciados y estafados cuando no se les exige pensar y se les deja tareas irrelevantes y abrumadoras. Copian porque tienen flojera o desmotivación para el trabajo escolar. Copian porque si no hay un vínculo de aprecio entre profesores y alumnos no les molesta exponer su imagen de seriedad. Copian porque temen no ser lo suficientemente hábiles o por las consecuencias (humillación, castigos) que pueden traer los malos resultados. Copian si perciben que la meta última de sus estudios es obtener buenas notas y que serán comparados o rankeados en función de sus resultados. En suma, copiar es una forma sencilla de salir del paso de una exigencia escolar dolorosa ó desvalorizadora para los estudiantes. Sin embargo, las autoridades suelen calificar esta copia como delictiva o inmoral. Así como cometer un foul en un partido de fútbol es una transgresión sancionada pero no inmoral, copiar en un examen o trabajo es una transgresión sancionable (por las reglas de juego vigentes) pero discutiblemente inmoral, como algunos suelen aducir. Más inmoral podría considerarse al profesor que se cree Dios y que su santa verdad debe ser grabada en la mente de los estudiantes cual doctrina infalible e incuestionable. La pedagogía moderna no admite esta sistemática agresión a la mente humana que deviene de obligar a los niños a convertir su cerebro en un inútil disco duro que almacena información, sin que se le provea del software para sacarle provecho. Alfie Kohn, en “Who’s Cheating Whom?” (Phi Delta Kappan, octubre 2007) sostiene que más allá de culpabilizar a los alumnos por copiar o plagiar, sería bueno preguntarse porqué tantos alumnos hacen cosas que se supone que no deben hacer, y qué nos dice eso sobre la pedagogía escolar. A veces prestamos tanta atención a las características de personalidad y conductas individuales, que perdemos de vista cómo el contexto social afecta lo que hacemos y lo que somos. Tratamos cada transgresión o dificultad académica como si fueran resultados de la incompetencia o de una intención perversa de los alumnos, sin prestar atención al contexto en el que estas actitudes ocurren. Así, se culpa al alumno que copia, sin considerar que lo que está haciendo es reaccionar a una presión intelectualmente abusiva a la que es sometido. En suma, diría que los estudiantes no copian porque sean malos. El hábito de copiar puede entenderse mejor como un síntoma de lo que anda mal en las prioridades y enfoques pedagógicos de la escuela, más que como una mera conducta premeditada censurable de los alumnos. La reflexión que tenemos que hacer es la siguiente. Si copiar es una infracción a las reglas de juego de la actividad escolar normada por las autoridades pedagógicas, ¿cómo calificar éticamente a las autoridades y profesores que con sus actitudes, metodologías y exigencias inducen a los alumnos a copiar? ¿No es inmoral inducir a otros, especialmente si son menores, a cometer infracciones? Si no queremos que los alumnos copien, no les propongamos situaciones que los tienten a copiar para sobreponerse al aburrimiento, la sobre exigencia, memorización, dolor, competencia o la obsesión por competir y sacar buenas notas como meta del aprendizaje. Si no estamos a la altura de los alumnos de estos tiempos, capacitémonos o busquemos otro oficio, pero no descarguemos las culpas sobre las víctimas.

Este artículo de León Tratemberg fue publicado el 10, 02, 2009. Muy interesante, pero... espero comentarios.

lunes, 1 de junio de 2009

Contando los años

Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel joven que ganó una caja de dátiles; los primeros los comió con displicencia pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a roer hasta el carozo. Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados. No tolero a manipuladores y cuchilleros. Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Ya no tengo tiempo para proyectos megalomaníacos. No participaré de conferencias que establecen plazos fijos para erradicar la miseria en el mundo. No quiero que me inviten a eventos de un fin de semana donde se pretende solucionar los problemas del milenio. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada. Ya no tengo tiempo para soportar melindres de personas que, a pesar de su edad cronológica, son unos inmaduros. No quiero ver las agujas del reloj avanzando en reuniones de “confrontación", donde "tiramos todos los hechos sobre la mesa". Detesto ser testigo de los defectos que genera la lucha por el majestuoso cargo de “Secretario General”. Recuerdo ahora a Mário de Andrade, que afirmó: “las personas no discuten contenidos, apenas los títulos". Mi tiempo es escaso como para discutir títulos; quiero la esencia, mi alma tiene prisa... sin muchos dátiles en la caja, quiero vivir al lado de gente humana, muy humana; que sepa reír de sus errores, que no se envanezca con sus triunfos, que no se considere electa antes de hora, que no huya de sus responsabilidades, que defienda la dignidad de los marginados y que desee tan sólo andar al lado de Dios. Caminar junto a cosas y personas de verdad, disfrutar de un afecto absolutamente sin fraudes, nunca será pérdida de tiempo. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena. Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Gente que los golpes duros de la vida, los enseñó a crecer con toques suaves en el alma. Si…. tengo prisa… por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dátiles que me quedan… Estoy seguro que serán mas exquisitos que los que hasta ahora he comido. Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con Dios. ¿La tuya cuál es?… Porque de cualquier manera llegarás a la meta. Piénsalo…